COCINA
INTERNACIONAL
COCINA ÁRABE
UN POCO DE
HISTORIA Y COSTUMBRES
AL MAHSHI
Los rellenos
Bitenjan mahshi
Berenjenas rellenas
Recuerde
que los árabes rellenan (con arroz, carne, especias etc.) todas las hortalizas
que se pueden vaciar: las berenjenas, calabacines, pepinos, zanahorias, nabos,
pimientos, etc. Es un plato muy laborioso, pero que merece la pena. A pesar de
que los ingredientes y la elaboración son básicamente iguales para todas estas hortalizas,
el sabor, no lo duden, es totalmente diferente. Las hortalizas rellenas más afamadas
son las berenjenas y los calabacines.
Bitenjan mahshi
Berenjenas rellenas
Bitenjan, nombre
árabe de las berenjenas, proviene, presumiblemente, de baid-aljan (los
huevos del demonio, o bien, el demonio ha puesto huevos). Se comparan dichas
hortalizas a los «huevos» que pone el demonio debido al color negruzco de la
hortaliza.
Es
un plato tan difundido como los calabacines rellenos. Se elabora siguiendo los
mismos pasos, y posee las mismas características. En muchas ocasiones se preparan
los dos platos a la vez, pero en ollas distintas, ya que los gustos son diferentes.
No se extrañen si ven en la misma olla los calabacines y las berenjenas juntos
añadidos a las hojas de parra, también rellenas. Esta mezcla de hortalizas rellenas
tiene un aroma y un sabor únicos, los cuales no tienen parangón en ninguna cocina,
y es habitual en las aldeas y en ambientes familiares muy castizos de Oriente Medio,
todo lo contrario que en las grandes urbes. El madani (el de la medina o
ciudad) hace muecas de desesperación y burla hacia la forma vulgarizada y muy abundante
de la cocina en las zonas rurales. Precisamente por esto, los de la medina son
duramente criticados y acusados de rácanos. El ofrecimiento de platos individuales
a los comensales —aunque no se lo proponga el anfitrión— limita la libertad y
ata la rienda del placer del invitado. En los pueblos, los anfitriones ponen sobre
la gran mesa enormes bandejas de cobre, llenas a rebosar de berenjenas,
calabacines
y hojas de parra, formando así una pequeña montaña, la cual está cubierta por
infinidad de enormes pedazos de carne de cordero; y... a comer, sin platos ni
cubiertos. Mientras tanto, el anfitrión se dedica a servir la bebida (agua) y a
llenar la bandeja de comida cada vez que mengua el bulto. Confieso, a pesar de
mi
condición
de madani, que comer y manipular estos rellenos con los propios dedos, les
confiere una peculiar delicia que no tienen si se utilizan el plato y los
cubiertos.
Mahoma
recomendó comer con los dedos y chuparlos al finalizar. En mi infancia, recuerdo
la envidia que me suscitaban los hijos de la familia el Fahmawi, nuestros vecinos,
campesinos que abandonaron su aldea en Palestina y recalaron como refugiados en
Nablús. Sus chavales, sin inmutarse, mientras pululaban y jugaban por la escalera
del pequeño edificio donde residíamos, las callejuelas y azoteas, mordían con
placer aquellos mahshi rellenos. Para mí, aquello era un canto a la libertad y
a la frescura, ya que ellos, mientras comían, seguían jugando; en cambio, mis
hermanos y yo, los urbanos, obligatoriamente hacíamos pausa en el juego para ir
a comer en el hogar. Aquella pausa me parecía una eternidad, no se acababa
nunca. Yo protestaba amargamente, quería la berenjena en mi mano y jugar en la
calle, como mis amigos y vecinos. De mis padres solo recibía la típica y
despectiva recriminación: «no seas
falah» (campesino
o aldeano).
Estimado
lector, si en alguna ocasión se encuentra como invitado en casa de algún
aldeano, no se preocupe, tomarán en consideración su condición de afranji
(extranjero) e inmediatamente le facilitarán un plato y cubiertos. Se considera
un gesto muy agradecido el rechazar este ofrecimiento y lanzarse al banquete
como los demás, con las manos. No se preocupen por lo de las manos impregnadas,
ya que es habitual el ofrecimiento, antes y después de empezar a comer, de
jabón y agua para lavarse las manos. No olviden este último procedimiento, y no
hagan como don Quijote, quien ignorante de esta costumbre árabe, en lugar de
las manos sumergió sus barbas en la jofaina llena de agua ofrecida por un
sirviente. Curiosamente, esta
costumbre,
muy extendida en los países árabes, es totalmente rechazada en algunas regiones.
En el sur de Arabia Saudí, de forma intencionada, los beduinos no se lavan las
manos después de un buen banquete. El aroma que desprenden sus manos sin lavar
es indicador del buen festín, y esto añade cierto prestigio a la persona, sobre
todo si el aroma es de un jedi (cabrito). Esta costumbre fue observada y
narrada en los años cincuenta por mi tío, el general Innab, jefe del Estado
Mayor del ejército jordano, en sus visitas al sur de Arabia. Sin embargo, hoy
en día y gracias a los ingresos del petróleo en aquella zona, los beduinos
cambiaron los barómetros de la jactancia. En lugar de sentirse ufanos por el
aroma del cabrito asado en sus manos, en la actualidad lo están por los relojes
Rolex incrustados de brillantes.
Vuelvo
al tema principal de este episodio y les recuerdo que esta hortaliza con toda
probabilidad es originaria de la India y fue difundida umversalmente por los árabes
debido a sus conquistas. Ahora bien, creemos que el plato de las berenjenas rellenas
es un plato genuinamente de origen persa.
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