COCINA
INTERNACIONAL
COCINA ÁRABE
UN POCO DE
HISTORIA 1
HOMMOS
Puré de garbanzos
El
hommos y el falafel, el falafel y el hommos..., tanto monta, monta tanto, son los
platos reyes por excelencia de la gastronomía de todo Oriente Medio.
Exceptuando
a los beduinos, es casi imposible encontrar un solo ciudadano de cualquier
etnia o religión de las muchas que abundan en esa zona del planeta, que no consuma
el hommos, como mínimo, cuatro o cinco veces a la semana.
Desde
los orígenes de este plato, a principios del siglo XX, y hasta los años setenta,
el hommos ha sido considerado como un plato destinado únicamente al desayuno.
Su aroma propio, junto al de las cebollas tiernas, el acompañamiento habitual
del hommos, siempre me recuerda de forma inconfundible aquellos madrugadores recorridos
que realizaba de pequeño desde mi casa a la escuela. Los
escolares
caminábamos por el centro de la larga y estrecha calle adoquinada de la Kasbah,
que atraviesa toda la ciudad antigua de Nablús. A aquellas horas tempranas, a
lo largo y a ambos lados de la travesía, los mercaderes se reunían —y aún
siguen haciéndolo— en pequeños grupos alrededor de un plato de hommos y bajo la
tutela
y
bendición de versículos del Corán salmodiados por el sheij Abdel Baset
(el mejor), que emanaban de los transistores de las tiendas de comercio1.
A
pesar de que el plato es muy pequeño y contiene poca cantidad de puré, los comensales
sueltan de forma automática la palabra tfadaluh (invitación a comer), a cualquiera
que pase por delante y les eche una simple mirada.
Este
hábito es muy estimado y es habitual en todas las ciudades de Oriente Medio, no
solo entre los comerciantes, sino también entre los empleados de las oficinas,
ministerios, escuelas, etc. Aún recuerdo a mis temidos maestros con una cebolla
en la mano, relajados y alegres, rodeando —a la hora del desayuno— a este dichoso
plato. La primera clase del día era, sin duda, la más agradable de todas, si la
comparábamos con las siguientes. Los maestros eran más permisivos, aunque más por
inercia placentera que por voluntad propia. La causa solo había que buscarla en
su
repetitivo y diario desayuno; la combinación del puré de garbanzos, la cebolla tierna
y el pan árabe y, como culminación, una taza de té con menta o salvia, provocaba
al más despejado un irremediable relajamiento y una placidez mental. Por lo
tanto, la primera clase del día siempre era más bien una hora de transición o
de mentalización, para entrar posteriormente en las siguientes clases. Para más
«inri», la clase de matemáticas siempre se programaba para la primera hora del
día, con el fin de aprovechar la claridad mental tanto del profesorado como de
los alumnos. El resultado académico se suponía que era evidente. Yo siempre me
he preguntado, y no es broma, ¿por qué en el mundo árabe escasean los buenos
matemáticos, a pesar de que fue la cuna de dicha disciplina? ¿Será el hommos el
culpable? En Egipto se señala al mdammas (puré de habas) como el culpable de
este fenómeno. Los egipcios,
que
ostentan la fama de ser los más guasones del mundo árabe, en lugar de descalificar
a alguien con los clásicos adjetivos, como «cabeza vacía», «loco» o «idiota»,
prefieren el término «cabeza llena de mdammas».
El
hommos, el falafel y el mdammas son platos muy poco conocidos en el área del
Magreb, y si es posible encontrar algún local que ofrezca tales platos es
gracias a los emigrantes magrebíes de Europa que tuvieron contacto con los
emigrantes árabes procedentes de Oriente Medio.
Estos
platos tienen unos precios muy asequibles, por lo cual son muy populares. Hoy
en día se añade a cada uno de estos platos infinidad de productos ajenos a los
ingredientes originales. En realidad, ninguna variación moderna supera a la preparación
genuina de cada plato.
SALAH JAMAL
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