COCINA
INTERNACIONAL
COCINA ÁRABE
UN POCO DE
HISTORIA Y COMENTARIOS
AL UZI
Cordero relleno
Nos
aseguró mi tío, el general Innab, que el mejor uzi que se ha hecho en la historia
fue el que degustó en los años cuarenta en la jaima (tienda) de unos
errantes beduinos de origen iraquí, instalados en el desierto jordano de Wadi
Rum o Rem ubicado cerca de la frontera saudí e iraquí. En aquel bello y
espectacular desierto,
cuyos
cielos y noches están permanentemente estrellados, transcurrieron las rocambolescas
aventuras del espía inglés Lawrence de Arabia.
«¿Y
cómo llegó al desierto, khaloh11 (tío)?» Mi tío soltaba sonoras e
interminables carcajadas que acabaron en una crisis de tos, cosa habitual en
él, y que no inquietó a ninguno de los oyentes, apiñados alrededor de un
brasero que suavizaba aquella noche de invierno. Los niños esperábamos el
relato de alguna batallita del general.
Por
algún misterio, los mayores quisieron silenciarlo, y esto provocó la protesta y
la insistencia de los más jóvenes por saberlo todo.
«¿Me
prometéis que no haréis lo que hizo vuestro primo el idiota Karím?»
Todos,
excepto los mayores, respondimos al general afirmativamente, sin saber nada de
lo que hizo el primo Karím.
«Por
cierto, antes que nada, quiero advertiros sobre las trampas de las mujeres, las
cuales engañan al mismísimo Satanás. Alá, el Supremo, dijo: “Nadie como ellas tiene
el don de la conspiración” —y prosiguió—: Vuestro primo Karím era corredor de
mercancías, llevaba piezas de telas y perfumes sobre unas cuantas mulas,
recorriendo
regiones y regiones, vendiendo y comprando mercancías. Una mañana se topó de
bruces con una silueta negra, montada sobre un borrico. De aquella silueta, que
llevaba un ropaje negro integral, solo sobresalían unos ojos grandes, negros y
sugerentes, lo cual fue suficiente para enloquecer a vuestro primo Karím, quien,
completamente prendado, persiguió a la pequeña caravana de la fantasma de los
ojos enloquecedores desde Petra hasta Wadi Rum. Allí conoció superficialmente a
la tribu de la “silueta”, malvendió su mercancía y volvió a Nablús (Palestina)
enloquecido.
Quería casarse, por todos los medios, con aquella beduina.»
Mientras
mi tío narraba los hechos riéndose, los mayores intentaban disimular sus risas
y agitaban la cabeza a derecha e izquierda, como señal de protesta contra mi tío,
quien prosiguió narrando, ante la perseverancia de los jóvenes: «Le dijimos a
vuestro primo que aquello era imposible, debido a que ellos eran beduinos y nosotros,
los de la ciudad, éramos sus antagonistas en casi todo, en las tradiciones, la religión,
las leyes, etc. (Los beduinos en general son musulmanes, pero no estrictos.)
Todo
aquello fue inútil para convencerle. Estaba totalmente cegado».
Pedir
la mano a los padres de aquella «silueta» ya era bastante difícil. La primera e
inevitable pregunta que formulan los beduinos a los foráneos (Karím lo era en
este caso) es «¿Y cómo habéis conocido a la chica?», y si el método fuera considerado
indecente, las escopetas y los sables inmediatamente trinarían. Para afrontar
este problema, se recurrió al rango militar de mi tío, el cual, por su trabajo,
había estado en Jordania, Palestina, Siria... Así pues, fingió haberla visto en
alguna ocasión y pidió su mano para su sobrino. La palabra de un militar
entonces era sagrada e inmediatamente se creyó en ella. Después de varias
visitas de cortesía, la familia beduina consintió y aceptó la propuesta con poca
resistencia, cosa que asombró mucho a mi tío. También, durante los actos de
recibimiento para presentarle los miembros de la familia beduina, mi tío se
percató, aunque no prestó mucha atención al detalle, de que todas las mujeres
iban con la cara descubierta excepto la pretendida, la cual solo enseñaba sus
enormes ojos maquillados con el típico khol.
Mi
tío volvió a Nablús llevando consigo todas aquellas anécdotas y la lista de condiciones
y exigencias de que constaba «la dote» de la novia. Las mujeres de la familia
de Karím pusieron el grito en el cielo, no aceptaron de ninguna manera aquel enlace
y empezaron a difamar a la beduina: «Ni siquiera ofreció café12 para disimular
que
era zaara (enana). Y solo ella se cubrió la cara porque era fea». En
realidad, las mujeres opinaron así de ella porque estaban convencidas de que la
pérdida de un varón casadero de la propia familia podría representar una nueva kásera
(solterona) en la familia. Los varones tampoco estaban entusiasmados con el
enlace matrimonial de Karím con la beduina, porque para ellos significaría una
sangría económica, debido a que la beduina no era de la familia. Por lo tanto,
la familia de la beduina exigiría por ella una dote muy desproporcionada,
porque los beduinos habrían perdido una chica casadera. Eso representaría que
un varón de los beduinos se quedaría sin pareja y este, por el desequilibrio
causado por el foráneo Karím, tendría que buscar una mujer en otro clan y tal
hecho le costaría una dote muy alta. Karím y su familia serían los culpables y
deberían pagar por ello. Vaya lío.
Todas
las mujeres, una tras otra, rechazaron formar parte de la comitiva femenina que
habitualmente se envía en representación de la familia del pretendiente para
inspeccionar a la novia. Esta inspección consiste en hacer reír a la pretendida
con el fin de averiguar el estado de la dentadura, se le acarician los cabellos
para cerciorarse de que la pretendida no lleve una peluca, se la abraza
efusivamente,
palpando el tamaño de sus senos, para asegurarse que podría amamantar, etc. Al
no poder doblegar la negativa decisión de las mujeres a prestar su colaboración
en un hecho tan fundamental en la constitución de enlaces matrimoniales árabes,
y ante la perseverancia del primo Karím, mi tío procedió a enumerar las exigencias
de la dote:
- Diez
camellos para el padre.
- Una
camella para la madre, en compensación por el tiempo que amamantó a su propia
hija.
- Diez
liras a favor de los primos de la prometida, como compensación por la pérdida
de la primicia matrimonial con la joven (privilegio que tienen los propios
primos antes que cualquier forastero). De no cumplir con este precepto (la
paga) el enlace se consideraría madsus (intruso).
- Un
cabrito para cada uno de los jóvenes del clan de la novia, por la misma razón anterior.
Este hecho es conocido como shat el shabab (el cabrito de los jóvenes).
Algunos beduinos, los más ricos, compensan con pistolas o rifles a los jóvenes.
- Diez
liras como compensación para los tíos de la novia; esta paga se llama la balsa,
en compensación por la pérdida de una sobrina, la cual en principio estaría
destinada a un primo, o sea, un hijo suyo.
- Una lira
para el sirviente que conduce el camello de la novia, cuando ella abandone la
casa paterna.
- Jahsh el
kiláb (el asno de los perros). Hasta a los
perros hay que compensar; el novio debe ofrecer un asno, entero o a trocitos,
para los perros, como agradecimiento por la custodia de la chica durante su
niñez.
Mi
tío, a pesar de que en ocasiones perdía el rumbo, era muy dicharachero,
continuaba con su relato: «Vuestro primo y toda nuestra familia colaboramos en pagar
la dote y los costes del festín de la boda. Aquel anochecer se consumó el matrimonio
en una jaimat shaar (tienda hecha de piel de cabras) especial, que se preparó
para el acontecimiento. Al día siguiente regresamos desde Wadi Rum hacia Palestina
a lomos de los camellos. Por el camino, vuestro primo, totalmente avergonzado,
nos anunció que Fátima (así se llamaba la novia), era coja y que no hubo forma
humana de ver su rostro, porque ella se negó, apelando a su férrea tradición
beduina contraria, en principio, al desvelo, ni siquiera para el propio
marido».
Cuatro
meses más tarde, y cuando Fátima anunció su embarazo (el cual es un hecho
fundamental para alegrar y conservar un marido), no tuvo la menor duda de que
ese anuncio era un motivo y una buena ocasión para desvelar su rostro ante Karím,
el cual al ver la esfinge de Fátima se desplomó. Era totalmente fatssa (chata).
Todos
nosotros prorrumpimos en sonoras carcajadas. «Su nariz —continuaba relatando mi
tío— era tan plana que dejó pasmada a la madre de Karím, que no cesaba de
inspeccionar “aquella cosa”, olvidándose totalmente de su hijo, tendido en el
suelo. Pocas horas después, todo el barrio tuvo conocimiento del escandaloso y cómico
asunto. A partir de entonces, la familia de Karím fue conocida, burlonamente, como
la familia de la fatssa. Karím no tardó muchos días en coger a su mujer
y emigrar con ella a Nueva York, donde hizo una gran fortuna.»
«¿Y
cuándo volverá nuestro primo el rico?», preguntamos, asombrados, todos nosotros.
«Nunca», respondió mi tío entristecido. Veinticinco años más tarde, el multimillonario
Karím y su esposa Fátima, reconstruida estéticamente, y ambos nacionalizados
norteamericanos, visitaron como turistas Nablús, ciudad que recogió a muchos
refugiados palestinos como los padres de Karím. El multimillonario preguntó al
taxista si sabía dónde vivía la familia Innab, su familia. El taxista respondió
preguntando: «¿Se refiere a la familia de la fatssa?». «Hijos de puta», balbuceó
Karím. Ordenó al taxista que diera media vuelta y negoció con él para que les
llevara inmediatamente al puente de Damia (frontera con Jordania). Desde allí fueron
a Ammán, y después regresaron a Nueva York y jamás volvieron a Oriente Medio.
Aquella tristeza contagió a todos los oyentes, sobre todo a los niños, por no tener
la oportunidad de conocer a un familiar multimillonario, perdiendo así la posibilidad
de recibir algún hadeya (regalo).
«Bueno,
bueno ¡parece que no queréis saber nada del buen uzi que comimos aquel año! —Mi
tío quiso disipar la niebla de frustración que cubrió nuestras ilusiones—. Pues
bien, os he dicho al principio que era el mejor uzi que había comido, ¡era
insuperable!, ni árabes ni turcos lo superaban. Aquellos beduinos analfabetos
degollaron los jedis (cabritos) según el rito musulmán (se menciona el nombre
de Alá, se orienta hacia La Meca y entonces se procede a degollar al animal) y
los colgaron de los pies, durante dos horas, para eliminar toda su sangre. Al
cabo de una hora, un beduino colocó una especie de manguera en el orificio anal
del cabrito, insufló aire y lo hinchó, sacó del cinturón su daga artesanal y
bien afilada y, en un abrir y cerrar de ojos, despellejó en una pieza entera al
animalito. Luego, a
través
de un corte en la barriga, lo desentrañó totalmente, lo limpió con agua y limón
una y otra vez; después lo unto con un majado de sal, ajo, comino y mantequilla
derretida. Acto seguido, lo colgó de los pies durante 4-5 horas para "su
reposo". Los beduinos dicen que con este proceso la carne de cordero
"se enternece", se ablanda.
Más
tarde vinieron dos mujeres y empezaron a rellenar el cabrito con el hashue (relleno),
y le cosieron la herida abdominal con un hilo fuerte. Cubrieron el animal con
el enorme pan beduino que tiene la forma de un enorme crepé, y encima del pan
pusieron unos harapos. En una bandeja, introdujeron el cabrito en un
extraño tápun13 (horno) rudimentario. Cada media hora vertían en
la bandeja dos vasos de agua.
Cinco
horas duró aquella cocción. »¡Ah! —exclamó el general—, jamás volví a comer carne
tan tierna como aquella.»
No
cabe la menor duda de que la carne de cordero se considera el ingrediente más
venerado en todo el mundo árabe. El honor más grande que se le puede brindar a
un huésped o invitado es ofrecerle una zabiha (sacrificio de un
cordero), y prepararlo en forma de uzi o guzi, en Oriente Medio, o bien en
forma de mashui (asado sin relleno), en el norte de África.
La
zabiha, el animal sacrificado y cocido, se ha de presentar con la cabeza
entera, señal de que la carne es fresca, sacrificada en el acto en honor del
invitado. No vayan a pensar que se ofrecen zabihas por una ocasión
cualquiera. ¡No! Debe producirse un acontecimiento importante, como por ejemplo
zabiha Ramadán, para festejar el final
del
Ramadán, mes del ayuno musulmán; zabiha el Haj, para festejar el
cumplimiento de la ardua tarea de la peregrinación a La Meca; o zabiha el
dar, para manifestar alegría y dar las gracias a Alá por poder construir el
propio hogar (desde el tejado, se sacrifica un cordero, derramando su sangre
sobre la fachada de la casa; así se bendice la casa y se ahuyentan los
fantasmas). También se realizan zabihas por el nacimiento de un hijo,
por finalización de los estudios, por excarcelamientos políticos (nunca delictivos),
etc. La carne de la zabiha, con excepción de la del invitado, se reparte
entre los pobres, toda o como mínimo la tercera parte. Es harto conocido que
con este gesto
(el sacrificio) se intenta emular al sidna Ibrahim (al patriarca
Abraham).
Al uzi
Cordero relleno
Ingredientes:
(para 20 personas)
- Un
cordero de 11-12 kg de peso, desangrado (este detalle es de suma importancia,
por el sabor especial que tiene un cordero desangrado)
- 2 kg de
carne picada
- 7 vasos
grandes de arroz blanco de grano largo (el mejor es el basmati)
- 9 vasos
grandes de agua caliente
- 200 g de
almendras blancas y crudas
- 200 g de
piñones
- 200 g de
pistachos sin cascara y crudos (opcional; en Siria y Turquía este ingrediente
es fundamental)
- 5
cucharadas grandes de sal6 cucharadas grandes de canela
- 6
cucharadas grandes de pimienta negra
- 6
cucharadas grandes de mezcla de comino y cúrcuma
- 6
cucharadas grandes de cardamomo molido
- 3-4
cucharadas de azafrán molido
- 1
cucharada de nuez moscada molida
- 2 vasos
grandes de samneh
Elaboración:
(Recomendamos de antemano ¡mucha paciencia!)
Eche un vaso de mantequilla en una sartén, de tamaño y
fondo medios.
Sobre fuego moderado, dore las almendras y al cabo de 2
minutos añada los piñones, rebajando la intensidad del fuego. Una vez dorados,
tanto las almendras como los piñones, resérvelos.
Dore los pistachos durante 5 minutos a fuego suave y
añádalos a los piñones y las almendras. Elimine totalmente la mantequilla.
Ponga la carne picada en una olla grande (capacidad de 4-5
kg). Agregue 3 cucharadas de sal, una cucharada grande de azafrán en polvo,
canela, pimienta negra, comino, cúrcuma, cardamomo y un toque de nuez moscada,.
Sofriólo todo a fuego lento, removiendo continuamente. Al cabo de 10 minutos
agregue el arroz, bien lavado y escurrido (4-5 veces), y los 9 vasos de agua
caliente. Siga con la cocción, a fuego lento, durante ½ hora, sin dejar de
remover con una cuchara de madera. Retine del juego y añada los frutos secos
dorados. Remueva de nuevo, con el fin de conseguir una mezcla homogénea. Esto
es el haskue (relleno).
Lave bien el cordero, desentráñelo y déjelo secar.
Después, restriegúelo con limón por fuera y por dentro.Con la mitad de las especias
restantes, realice una nueva mezcla, con la cual se unta o se espolvorea la
parte interior del cordero y con la otra mitad la parte exterior.
Introduzca el relleno (la carne picada, el arroz, etc.) en
el interior del cordero a través de la pequeña herida, la cual se cose bien
después de rellenarlo por completo, sobre todo sus rincones. Luego, aproxime
sus miembros delanteros y traseros, átelos para empequeñecer el tamaño del
cordero y póngalo en una olla muy grande. Agregue 8 vasos de agua y 2
cucharadas de sal, cierre bien la olla y envuelva la tapadera con una tela.
Coloque la olla sobre el fuego, al principio fuerte, hasta llegar a ebullición.
Entonces baje el fuego y déjelo así durante 5 horas. Cada
½ hora hay que echar un vistazo a la olla, para vigilar la evaporación del
agua. Añada pequeñas cantidades de agua, cuantas veces sean necesarias, para
evitar su total evaporación.
Retire el cordero de la olla y póngalo en el horno, para
dorarlo, durante 15- 30 minutos.
Esta
es la versión más moderna y práctica en las ciudades del mundo árabe. La segunda
versión también es moderna y parecida a la anterior, aunque se prescinde de la
olla. Con un tenedor, se pincha el cordero, unos cuantos pinchazos poco profundos,
por todos lados y se introduce directamente en el horno. La cocción podría
durar 6-8 horas, claro está, dependiendo de la clase de horno. El método es casi
el mismo que en la primera versión. Se cubre el cordero con papel de plata y se
pone en la misma bandeja del horno. Se echan en la base de la bandeja 4-6 vasos
de agua con una cucharada de sal diluida. Después se va añadiendo lo mismo, en
pequeñas
cantidades, cada vez que el agua con sal se absorba. Al cabo de 5-6 horas se puede
ir probando la carne. Antes de retirarla del horno, hay que comprobar que la carne
del cordero se funde en la boca, sin que haya que esforzarse al masticar.
Cuando
se llega a este punto, se apaga el horno, se retira la bandeja y se sirve tal
cual.
Indudablemente,
la manera más «genuina» y al mismo tiempo la más difícil, hoy en día, es la
beduina.
VERSIONES:
Uzi al
shami (uzi de Damasco).
Es
la única variación, conocida como un plato propio. Solo se prepara en la capital
de Siria; en el resto del país y en el resto del mundo árabe, se prepara tal
como hemos explicado anteriormente.
La
versión damasquina es la siguiente:
Se
introduce el relleno (similar al original) en unas bolas del tamaño de una gran
naranja, curiosamente hechas de capas de hojaldre. Ni cordero, ni nada, e indebidamente
se le denomina también uzi.
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