COCINA
INTERNACIONAL
COCINA ÁRABE
UN POCO DE
HISTORIA Y COMENTARIOS
BEBIDAS
He llorado
He
llorado...
Por
cierto que no lloro por las borrosas huellas
de
un desierto y vacío paraje, y tampoco me aflige
un
gran amor difunto,
ni
un cruel exilio lejos de mi bienamada;
pero
las tradiciones que nos han expuesto
los
piadosos Compañeros de nuestro gran Profeta
han
hecho correr mis lágrimas,
y
estas se apiñaron resbalando por mi garganta.
Por
esas tradiciones el vino está vedado.
Y,
desde entonces, hasta nosotros esta prohibición llega.
Puesto
que está condenado,
es
por la suerte del vino que hoy lloro.
Y
lo bebo puro, sabiendo que muy pronto
seré
castigado por el pecado cometido,
y
los azotes,
ochenta
precisamente, lloverán sobre mi espalda.
ABU-NOWAS,
siglo IX
MA'A O MA'I
Agua
Para
los musulmanes no hay nada más delicioso, sano, pulcro y sagrado que el agua.
Es la única bebida que sacia la sed. En el mensaje coránico, Alá dice: «Yo, con
el agua, he creado todos los seres vivientes». En el Corán y en el Hadith, el
compendio que reúne los postulados y dichas del profeta Muhammad (Mahoma), hay
numerosas
alusiones que incitan a los creyentes a venerar el agua, a no ensuciarla, ni derrocharla,
ni privarla a nadie, etcétera.
Recorriendo
las calles de las ciudades y los pueblos árabes, el turista a menudo se queda
asombrado por la enorme cantidad de casas y tiendas de comercio en cuyas entradas
se colocan botijos o grandes tinajas llenas de agua para ofrecerla, por Alá y su
profeta, a cualquiera que pase por allí.
Hace
ya aproximadamente treinta años que estoy afincado en Europa. Creo que después
de tantos años he conseguido asimilar todas las costumbres de este mundo, excepto
una, y probablemente no lo conseguiré nunca. Es la costumbre de pagar dinero
por el agua en los bares de los países donde, curiosamente, abunda este líquido.
Sin
lugar a dudas, la escasez de agua en gran parte del mundo árabe propició una
exacerbada devoción y altas dosis de superstición hacia sus fuentes. Por
ejemplo, la gran mayoría lleva el nombre de algún profeta o santo. Además, la
gente nunca va a la fuente a buscar agua después del ocaso, pues se cree que
las fuentes están
custodiadas
por unos ángeles o santos que a aquellas horas están descansando. Por lo tanto,
se recomienda ir a buscar el agua de las fuentes únicamente durante el día. De lo
contrario los guardianes se enfadarían y la fuente se secaría inmediatamente.
Los cristianos árabes de Nazaret (Palestina) ofrecen, como agradecimiento a la
fuente de agua cercana a la ciudad, llamada La Virgen, varios sacrificios:
flores, encienden velas, cirios, oraciones, etcétera.
Una
de las interpretaciones más delirantes que he oído sobre el agua es la que narraban
los habitantes de los pueblos cercanos al lago de Tiberíades (ubicado en la frontera
entre Jordania y Palestina). Se refieren al agua caliente que brota de los
manantiales
que abundan en aquella zona. Los nativos, incluida mi familia, insisten en que
el rey y profeta Suleiman ordenó a los espíritus y a los demonios que calentaran
agua. Estos obedecieron la orden y mientras lo hacían se volvieron sordos y
ciegos. Así pues, más tarde no se enteraron de la muerte de su amo y señor. Es
por
ello
que, desde entonces y hasta nuestros días, aún siguen calentando agua.
Bismi Allah ar-rahman ar-rahim (en el nombre de Alá, el Misericordioso, el Compasivo). El
árabe musulmán siempre recita esta loa antes de beber o tocar el agua. Los
árabes cristianos, contagiados por los primeros, también recitan la misma
frase
o, con menos frecuencia, se santifican. Luego la toman en pequeñas cantidades, poco
a poco y nunca de golpe, ya que es sabido que la velocidad es un hábito del Shayatin
(Satanás).
El
agua nunca falta en la mesa. La sirve, generalmente, el más joven de los presentes.
El anfitrión no se sentiría rebajado si lo hiciera él mismo; al contrario (haciendo
caso al proverbio árabe que dice que el servidor de la tribu debe ser su jefe),
dicha humildad le elevaría.
El
árabe, al solicitar un vaso de agua para beber, siempre lo hace expresando la siguiente
alabanza y deseo para quien lo sirve: «Dame agua, que Alá te dé a cambio agua
de Zamzam» (el pozo más sagrado del islam, situado en las proximidades de La Meca
y Medina. Todos los peregrinos beben de esta agua).
Quisiera
advertir a quienes viajen a los países árabes de que en múltiples regiones
existe la costumbre de añadir al agua un poco de agua de rosas o de azahar.
¿Por
qué?
La
respuesta, según dice mi tío el sheikh Ahmad, juez de la Shariha (leyes)
islámica de El Cairo, Ammán y Nablús, es que Mahoma bendijo la comida ligera
que se acaba con un vaso de agua, porque es digestiva, diurética y, sobre todo,
evita el mal sabor de boca; lógicamente, si el agua está perfumada, aún es
mejor. Hoy día, a
pesar
del uso habitual de las pastas dentífricas, todavía no se ha abandonado ese hábito.
SALAH JAMAL
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