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MAACARONA Macarrones

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UN POCO DE HISTORIA Y COSTUMBRES

MAACARONA
Macarrones





Llegamos a Libia una tarde asfixiante del mes de agosto. Fui a ese país con un grupo de estudiantes árabes que cursaban sus estudios en Europa, con el fin de reunimos más adelante con varios miles más de estudiantes procedentes de otras partes del mundo, en unas jornadas para la salvación de Palestina, convocadas por la reciente y triunfante revolución libia.
Después de la muerte de Nasser (el líder indiscutible del llamado Tercer Mundo), Libia, un país tan impersonal como curioso (no es completamente magrebí, ni de Oriente Medio, ni africano), intentó sin éxito liderar el Tercer Mundo y a los árabes en general. Continuamente organizaba múltiples jornadas, encuentros, cumbres, conferencias internacionales, etc., todas ellas de matiz anticolonialista y para la afirmación panarabista y tercermundista.
Durante el desarrollo de las jornadas hubo muchos coloquios y debates. Por cierto que, si nuestras preguntas a los padres de la revolución fueron —debido a nuestra adolescencia— impertinentes, sus respuestas eran harto surrealistas.
Recuerdo una de las más divertidas, en que un jovencísimo yemenita recriminaba a un bravucón revolucionario que nos estuvo atormentando con una perorata de tintes panarabistas, por qué estaba animando a la audiencia a apoyar los productos
nacionales, mientras que él a lo largo de su discurso no cesaba de fumar tabaco fabricado por el imperialismo norteamericano. El «revolucionario» en cuestión, ni corto ni perezoso, replicó al díscolo yemenita: «Mírame —encendió otro cigarrillo—, estoy abrasando al mismísimo imperialismo». Fue sonoramente ovacionado.
«¿Y por qué vosotros, libios, tantos años después de haber conseguido la independencia del colonialismo italiano, vuestros platos más populares aún siguen estando hechos a base de macarrones, un producto genuinamente italiano?», le preguntó un sudanés. «¡Genuinamente italiano! —respondió enojado el discursante revolucionario. Y añadió—: Sois todos unos ignorantes, el mundo entero es ignorante. Los macarrones jamás fueron originarios de Italia, sino de China, y fuimos nosotros, los árabes, nuestros antepasados, los que llevaron la pasta a Sicilia y a Napóles. Por lo tanto, nosotros los revolucionarios —agregó con más énfasis— debemos consumir más macarrones, para recuperar y afirmar su origen chino y árabe.»
Excepto los delegados chinos, totalmente desconcertados ante esa aseveración, el resto de los asistentes se levantó de sus asientos, aplaudiendo y aclamando a rabiar los nombres de Mao y Gadaffi, quienes, según los presentes, fueron los verdaderos salvadores que rescataron los macarrones de las mazmorras del imperialismo.
A pesar de las diatribas y la verborrea del discursante, su afirmación sobre el origen de los macarrones era bastante coherente y definitivamente acertada2.
Por cierto, aquellas jornadas, como muchas otras de las que se celebran en los países árabes, en principio estaban destinadas a la salvación de Palestina, y lo único que se salvó, finalmente, fueron los macarrones.
A lo largo de los siete días que duraron las jornadas revolucionarias, los libios nos atiborraron de chakchou-ka (una especie de chanfaina con huevos), cuscús y múltiples versiones de macarrones; de ellas, la más conocida es la mbakbaka.

SALAH JAMAL

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